sábado, 20 de septiembre de 2008

CUBA SIN CALMA TRAS LA TEMPESTAD

por Jose Miguel Arrugaeta y Joseba Macías

En Cuba hay voces que hablan ya de una situación similar a la vivida
en momentos del llamado Período Especial, cuando la desaparición de la
Unión Soviética y el Bloque Socialista, provocó una intensa crisis en
el país antillano. En esta ocasión la alarmante situación no tiene su
causa en situaciones políticas sino en las poderosas e imprevisibles
fuerzas de la naturaleza. Hoy, al igual que entonces, la Revolución
cubana está obligada a pasar una vez más una verdadera prueba de
fuego: reconstruir y normalizar un país sumido en una realidad
manifiestamente delicada.

Aun es pronto para tener cifras definitivas de las afectaciones, pero
no hace falta la cuantificación exacta para darse cuenta de la
verdadera trascendencia del paso de Ike por Cuba. A los nueve días de
que el huracán Gustav arrasara campos, viviendas e infraestructuras en
la Isla de la Juventud y Pinar del Río, este nuevo ciclón -con nombre
de presidente norteamericano- ha cruzado la isla grande del
Archipiélago prácticamente de punta a punta, afectando 1000 kilómetros
de su extensión, es decir, el 90% de su territorio.

Pese a ir reduciendo su impacto inicial, pasando de vientos de 180 a
130 km/h, las lluvias torrenciales y persistentes junto a los fuertes
ráfagas fueron haciendo su trágico trabajo: miles de viviendas
afectadas seriamente (más de 80.000 solo en la zona de Holguín, 13.000
de ellas categorizadas como “derrumbe total”), inundaciones
generalizadas, infraestructura eléctrica y de comunicaciones
destruida, cosechas arrasadas, serias afectaciones en escuelas,
hospitales y centros de producción… Sin embargo, en medio del
desastre, hay que volver a subrayar con mayúsculas que sólo la ética
aplicada de un sistema de Defensa Civil que ha vuelto a ser un
verdadero ejemplo (a pesar del consabido silencio mediático
internacional), ha conseguido que la cifra de muertos sea realmente
pequeña: cuatro fallecidos y veinte heridos leves, con una evacuación
generalizada a lugares seguros de 2.615.794 personas, es decir algo
más del 23% de la población total del país, en un intento manifiesto y
logrado por preservar, una vez más, la vida humana.

Cuba devastada

Son muchos, urgentes y graves los problemas que debe afrontar el
Gobierno cubano en los próximos meses. La limitación de recursos
propios o el mantenimiento del bloqueo norteamericano deben
convertirse, necesariamente, en elementos complementarios a la hora de
mirar el futuro inmediato. Pero no pueden ser utilizados como excusas
para la búsqueda de salidas a la grave situación abierta. Estamos
hablando de pérdidas económicas que algunas voces sitúan en una
horquilla que iría entre los 4.000 y los 5.000 millones de dólares.
Cifras realmente muy significativas para un país como Cuba. Centenares
de miles de casas destruidas o afectadas directamente en sus
estructuras, cosechas completas perdidas cuyo destino directo era la
alimentación de la población en los próximos meses, afectaciones
importantes en escuelas y edificios públicos, suspensión de los
sistemas eléctricos, telefónicos y de telecomunicaciones, interrupción
y daños a la producción de tabaco, azúcar o níquel (principales
productos de exportación).

Al listado irreversible de los perjuicios económicos debemos añadir el
daño psicológico al que queda sometido una población que, una vez más,
debe poner en marcha mecanismos épicos para afrontar una situación
extrema. Una respuesta a la que, tristemente, no están acostumbradas
otras naciones de la región como Haití, carente de un Estado real y
totalmente vulnerable a la más leve perturbación climática. Cuba es
otra cosa, pero eso no significa que el azote de dos huracanes
prácticamente continuos en el tiempo –considerada ya la mayor
catástrofe natural en el Archipiélago en los últimos 45 años- no
genere serias alteraciones en los planes de transformación y cambios
previstos por el nuevo Gobierno revolucionario para los próximos meses.

La ayuda internacional: entre la rapidez y el espectáculo

A las pocas horas de producirse el paso de Gustav, un grupo de países
daba un paso adelante con las primeras y urgentes ayudas humanitarias,
sin ningún condicionamiento, como es habitual en estas situaciones de
emergencia. Mención especial en la solidaridad merece la pequeña y
empobrecida Timor Lester (nación donde Cuba mantiene una brigada
médica desde su independencia además de formar, simultáneamente, a
varios cientos de jóvenes en especialidades sanitarias) quien donaba
500.000 dólares. También enviaban ayuda inmediata Brasil, Venezuela,
China, Rusia, México, Argentina, la Unión Europea … El espectáculo,
punto y seguido, se desataba en los Estados Unidos como parte de la
intensa campaña electoral y, especialmente, en La Florida, donde un
considerable porcentaje de la comunidad cubano-americana asentada en
este estado solicitaba “un paréntesis en las diferencias políticas
para ayudar a nuestros hermanos”, mientras que otros sectores
insistían en profundizar las medidas de aislamiento contra Cuba en un
momento como el actual, a la espera de la “fruta madura”.

El Departamento de Estado de George W. Bush proponía ayuda humanitaria
a distribuir por una “asociación civil neutral”, siempre que el
Gobierno cubano permitiera la visita al país de un “equipo de
evaluación humanitaria” con el fin de “inspeccionar las áreas
afectadas”. La irrespetuosa propuesta era respondida a las pocas horas
por el Ministerio de Asuntos Exteriores cubano criticando abiertamente
la hipocresía estadounidense y pidiendo, simplemente, que si la
preocupación era cierta la inmediata medida a adoptar era levantar el
bloqueo o, en su defecto, la concesión de un permiso provisional a
Cuba para la compra directa de materiales de construcción y alimentos
en los Estados Unidos, así como la obtención de créditos privados.

Finalmente, el gobierno de Georges W. Bush ha ofrecido una exigua
ayuda de… 100.000 dólares, criticada incluso por sectores del exilio
cubano en Miami habitualmente identificados con la política oficial
norteamericana contra la Isla. Como contrapunto conviene recordar que
tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, Cuba puso todos sus
aeropuertos a disposición de los aviones estadounidenses, mientras que
cinco años después, en el 2005, tras el impacto del huracán Katrina el
Gobierno Revolucionario ofreció de forma inmediata el envío de 1.500
médicos sin ningún tipo de condición previa...

El espectáculo político propio de Estados Unidos sigue y se amplifica
tras el paso de este segundo huracán, dejando en un plano secundario
las preocupaciones humanitarias: La Iglesia católica, una coalición de
organizaciones cubano-americanas e incluso un significativo número de
políticos –como el representante demócrata por Arizona, Jeff Flake o
el candidato presidencial Barack Obama- han solicitado a la
Administración Bush que levante temporalmente las restricciones que
limitan el envío de remesas de dinero hacia Cuba, la suspensión
temporal del bloqueo durante varios meses o que se permita libremente,
durante un tiempo limitado, los viajes de cubano-americanos a su país
de origen, tomando en cuenta el precedente abierto en 1996 tras el
paso del huracán Lili. Pero los sectores más reaccionarios siguen
empeñados en negar cualquier gesto por lo que es más que previsible
que, finalmente, todo quede de nuevo en un juego retórico sin
aplicaciones prácticas.

Los retos de Cuba ahora y en el futuro

Bastante ajenos a estos debates, la inmensa mayoría de los cubanos de
a pie mira su entorno observando lo que ha perdido y lo que hay que
recuperar mientras confía en que la Revolución y su Gobierno no les
abandone… Pero también son conscientes de que la economía del país no
tiene en estos momentos la vitalidad ni las reservas suficientes para
hacer frente a los urgentes retos de la reconstrucción. Los mecanismos
de la solidaridad y la cooperación, que tanto ha fomentado la
Revolución a lo largo de su historia en sus relaciones
internacionales, van a jugar un papel realmente esencial.Ese
importante sentimiento de no estar solos, unido al esfuerzo interno y
a la extraordinaria capacidad de los cubanos y cubanas de crecerse
ante las dificultades, son lo factores que pueden marcar la diferencia
ante una situación realmente grave y urgente.

En manos del Gobierno revolucionario queda la dirección y la gestión
directa a corto plazo que va a requerir dirigir todos los esfuerzos a
la normalización inmediata o, lo que es lo mismo, conseguir el retorno
de la electricidad, comunicar las zonas aisladas, facilitar un techo
provisional a los más afectados o garantizar la alimentación a toda la
población. Paralelamente, hay que pensar en organizar con criterio y
seriedad planes de desarrollo estratégico más ambiciosos que requieren
de una base económica sólida y diferente, pues, como ha señalado el
propio Fidel Castro en sus ultimas reflexiones, Cuba necesita por
ejemplo de un millón y medio de viviendas sólidas (construcciones de
mampostería) e infraestructuras soterradas (eléctricas, telefónicas y
comunicacionales) que permitan resistir los embates de una naturaleza
cada vez más agresiva y devastadora, a tenor de las variaciones
climáticas mundiales. Ello requiere, sin duda, cambios de estrategias.
Mientras tanto, las esperadas transformaciones internas quedan
aplazadas ante las urgencias y necesidades del momento. Así, por
ejemplo, el curso escolar se reinició el lunes día 15, aunque no pueda
ser en todo el país. Una muestra más de la búsqueda de una normalidad
perdida que es imprescindible recuperar con urgencia.

Celia Hart: Muerte entre ciclones

Dicen que las desgracias nunca vienen solas y en este caso se ha
confirmado el aforismo. Cuando en Cuba nos preparábamos para la
llegada del huracán Ike, el diario Granma nos daba la inesperada
noticia de la muerte en accidente de tráfico de los hermanos Abel y
Celia Hart Santamaría. Hijos de dos reconocidos revolucionarios
cubanos, su padre, Armando, fue uno de los más significativos
dirigentes de la lucha clandestina y posteriormente, durante muchos
años, Ministro de Cultura para actualmente ejercer como un intelectual
de reconocido prestigio y divulgador incansable del pensamiento de
José Martí. Su madre Haydee, aquella mujer valerosa que participó en
el asalto al Cuartel Moncada y guerrillera en la Sierra Maestra, la
inolvidable Haydee de Casa de Las Américas. Celia Hart Santamaría fue
a su vez fiel a su tradición y en los últimos años sus reflexiones y
escritos, ampliamente divulgados en numerosos espacios
internacionales, eran un punto de referencia para muchas personas
progresistas del mundo. Apasionada, polémica y directa, su voz crítica
y comprometida nos ayudaba a entender los cambios y las
transformaciones en la Isla, en el continente y en el mundo.

Celia dedicó sentidas y emocionadas palabras a la reciente
desaparición física de Eva Forest, seguramente las mismas que ella
misma se merece. Ahora habrá que imaginarlas a ambas sumidas en un
apasionado debate allá donde estén…

Fuente: Aporrea org

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