domingo, 20 de julio de 2008

Dayana Mendoza






Dayana es Miss Universo

Mon, 14 Jul 2008 01:08:30 -0400


Dayana Mendoza, de 22 años, se convirtió anoche, en Vietnam, en la quinta venezolana en alzarse con la corona de Miss Universo. En la entrevista final superó a la candidata colombiana, quien obtuvo las más altas calificaciones en los desfiles en traje de baño y de gala, y se convirtió en virreina. La modelo criolla, de ojos verdes, alcanzó las segundas puntuaciones en sus pases por la pasarela. En la elección predominó la belleza latina. La dominicana y la mexicana -la gran favorita, junto con la venezolana- se ubicaron como segunda y cuarta finalistas. "Estoy muy orgulloso (...) de que tengamos, al fin, la quinta corona'', declaró Osmel Sousa, desde el país asiático.





Miss Venezuela: Entre la esclavitud y el machismo
Por: Saúl Guaimara Rondón

Con motivo de la coronación como reina universal de nuestra compatriota Dayana Mendoza, y las consecuentes loas, halagos, celebraciones y alegrías en el país, me veo obligado a hacer algunas reflexiones. El Miss Venezuela, con más de medio siglo de vida en el país, forma parte de nuestra cultura. Además de afianzar la discriminación social marcando diferencias en cuanto a la imagen, distanciando a los blancos de los negros, a los ricos de los pobres, a los bellos de los feos, el concurso de las misses promueve el consumismo, el machismo, la superficialidad y la cultura del esteticismo. Gracias a esta empresa adoradora de la banalidad, Venezuela ha logrado sin esfuerzo producir cientos de miles de mujeres que pueden cargarse su ingreso del mes en ropas, joyas, bisutería y cosméticos; mujeres incapaces de leerse un libro pero vaya que pueden bailar toda la noche reggaeton; mujeres víctimas de la alienación consumista, verdaderas esclavas de la moda.

En este sentido, una mujer venezolana cotidianamente puede gastar horas ocupándose de su apariencia para salvarse del ojo crítico de la sociedad, especialmente de sus congéneres, las cuales presionan mediante la opinión pública para que todas sucumban a la cultura del consumo. Así, ellas mismas, se han convertido en esclavas del “qué dirán” obligándose a mantener un maquillaje impecable, ropa variada y a la moda, cargar bolsos, caminar sobre tacones, depilarse, perfumarse, teñirse, broncearse, aplicarse lociones, hacer dieta y ejercicios – por la imagen no por salud-, usar ropa ajustada, usar el cabello largo y a la moda, operarse la nariz, colocarse más busto, más glúteo. A ello se le agregan otros elementos que por su condición de féminas las mujeres tienen que usar tales como las toallas sanitarias y sostenes. Además toda mujer debe luchar por mantener su belleza natural contra eternos enemigos como celulitis, varices, estrías, arrugas, puntos negros, acné, canas, flacidez, kilos. A ello se le suma que la mayoría de las mujeres pasará nueve, dieciocho, quizás veintisiete, en algunos casos treinta y seis, en otros cuarenta y cinco meses de embarazo, más el proceso de lactancia. A esto se le puede añadir el tema tabú de la virginidad, a la cual los hombres le darían menos importancia si las mujeres le dieran menos importancia al “primer amor”; la necesidad del matrimonio para salvarse del escarnio público siendo entregada cual semoviente para que sea marcada con el “de fulanito”. Si a esto le sumamos su rol de ama de casa, madre – en muchos casos también padre- esposa, amante, colega, obrera, trabajadora entonces qué queda para la mujer consigo misma, dónde queda su vida, sus verdaderos sueños y aspiraciones, dónde queda su dignidad, libertad, emancipación y liberación.

No hay duda de que la mujer venezolana sufre una doble e incluso una triple explotación. Haciendo uso de ese excelente artículo de Manuel Agustín Aguirre titulado “La doble explotación de la mujer”, hay que confirmar que las venezolanas primeramente vende su fuerza de trabajo al sistema capitalista, segundamente, emplea su fuerza de trabajo al hogar, a su esposo e hijos, renovando gratuitamente la fuerza de trabajo del sistema capitalista, y tercero, se somete al consumismo y presión de una sociedad capitalista, superficial y machista.

De estas reflexiones sólo me queda concluir con un par de preguntas fundamentales que espero más temprano que tarde tengan respuesta: Cuándo reconquistará la mujer venezolana su propia identidad; cuándo Le Deuxième Sexe de Venezuela llegará a ser mujer.

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