lunes, 11 de enero de 2010

Cuba no se merece estar en la lista negra



Cuba no se merece estar en la lista negra

por Eugene Robinson

Bajo las nuevas reglas provocadas por el fallido ataque terrorista del
Día de Navidad, pasajeros de líneas aéreas que llegan a los Estados
Unidos procedentes de 14 países serán sometidos a un examen adicional:
Afganistán, Argelia, Cuba, Irán, Iraq, Líbano, Libia, Nigeria,
Pakistán, Arabia Saudita, Somalia, Sudán, Siria y Yemen. Para esta
primera prueba de la nueva década, ¿cuál país no encaja con los demás?

La respuesta obvia es Cuba, que representa una amenaza de terrorismo
igual a cero. Cuba no es un Estado fracasado, donde se encuentran
franjas de territorio fuera del control del gobierno, sino que es una
de las sociedades más duramente bloqueadas del mundo, un lugar donde
la idea de que un ciudadano pueda conseguir y llevar en sus manos
explosivos plásticos, armas o aditamentos terroristas de cualquier
tipo, es simplemente ridícula.

No hay historia de un Islam radical en Cuba. De hecho, apenas hay
historia del Islam en absoluto… La isla está entre los últimos lugares
en la Tierra donde Al Qaida trataría de establecer una célula, y mucho
menos planificar y lanzar un ataque terrorista. Sin embargo, Cuba está
en la lista porque el Departamento de Estado aún considera que es
-junto con Irán, Siria y Sudán- un estado patrocinador del terrorismo.

¿Es esto serio? ¿No pesa que la Sección de Intereses de EEUU en La
Habana es uno de los pocos puestos diplomáticos norteamericanos en el
mundo abierto a la actividad normal, sin el aumento aparente de
medidas de seguridad desde los días de los ataques terroristas del 11
de septiembre 2001?

La administración de Obama ha protagonizado movidas admirables para
alinear la política exterior de EEUU hacia una mejor correspondencia
con la realidad objetiva. Pero el movimiento hacia Cuba ha sido
provisional y vacilante, en el mejor de los casos.

El mes pasado, el corresponsal del New York Times Tim Golden asistió a
una conversación a la hora del almuerzo - y a un miniconcierto- en
Washington, con Carlos Varela, un cantautor que a menudo se le ha
llamado el Bob Dylan de Cuba. El evento, patrocinado por la New
America Foundation’s U.S.-Cuba Policy Initiative y el Center for
Democracy in the Americas, fue notable por un hecho que podría ser el
preámbulo para muchos cubanos: el viaje anterior de Varela a Estados
Unidos fue en 1998. Quería venir de nuevo en el 2004, pero el gobierno
de EE.UU. le negó la visa.

La administración de George W. Bush adoptó una política de línea dura
que negaba visados a la mayoría de los artistas cubanos, entre ellos
algunos que estaban tratando de venir porque habían sido nominados
para los Premios Grammy. El hecho de que Varela obtuvo una visa ahora
parecía indicar un deshielo parcial, pero aún no ha sido un retorno
completo al estatus quo pre-Bush, cuando la cuestión que preocupaba
era si los músicos cubanos podían venir con permiso del gobierno de
Fidel Castro, no si el gobierno de los EE.UU. los dejaba entrar

En mayo, la administración de Obama le negó la visa al mundialmente
famoso cantautor cubano Silvio Rodríguez, quien había sido invitado a
un concierto en Nueva York para el 90 cumpleaños del legendario Pete
Seeger. Supongo que es posible establecer una distinción: Rodríguez es
conocido como un verdadero creyente en el sistema comunista que Fidel
Castro ha instalado, mientras que Varela, sin criticar explícitamente
el gobierno, utiliza matices y metáforas para expresar la impaciencia
de la juventud cubana . ¿Pero desde cuándo Estados Unidos tiene miedo
a la exposición de la ideología de la competencia?

La administración de Obama ha avanzado lentamente en la dirección
correcta. En abril pasado, el Presidente levantó las restricciones
sobre la frecuencia con que los cubanos estadounidenses pueden visitar
a sus familiares en la isla y la cantidad de dinero que pueden enviar
a los miembros de su familia. Básicamente inalteradas, sin embargo,
están los principales pilares de una lastre de medio siglo de la
política hacia Cuba: la prohibición que mantiene para casi todos los
demás estadounidenses, que no pueden viajar a Cuba, y el embargo
comercial que prohíbe a las compañías de EE.UU. realizar negocios allí.

Por supuesto, el Presidente ya tiene bastante en su plato. Él puede
estar reacio a introducir otra variable. No es difícil imaginar que un
senador o un grupo de miembros de la Cámara celebrarán, por ejemplo,
mantener como rehén la reforma de Salud si se produce un cambio de la
política hacia Cuba.

Pero es difícil para mí creer que Obama no ve cuán loca es en realidad
nuestra política actual. Tiene que cambiar y puede empezar por dejar
de pretender que busca terroristas de Al Qaeda en vuelos procedentes
de Cuba, lo cual no es otra cosa que una gran pérdida de tiempo.

No hay comentarios: